Ximena Díaz


Iván Ordóñez: ¿Desde cuándo empieza su interés por el arte?

Ximena Díaz: Primero fui gimnasta, después bailarina. Creo que me interesé por el arte después de ver a Álvaro Restrepo en los noventa y otra obra que se llamó el hilo de Ariadna, si no me equivoco, en el TPB. En esos años de bachillerato me interesaban mucho las artes escénicas y me asombraron estas obras experimentales que no eran propiamente teatro, ni danza, ni arte y que usaban espacios no convencionales. Entré a estudiar artes plásticas a la Universidad de los Andes en el 96 queriendo hacer este tipo de experimentos y terminé descubriendo a fluxus y al videoarte. Creo que ahí empezó a tomar forma lo que me interesa hoy en día.

I.O: ¿Qué problemas estéticos, ideológicos o conceptuales ha desarrollado en su trabajo?

X.D: Me he interesado mucho por el error, por los atascos de las cosas, de las ideas, de los proyectos sociales. Creo que cuando las cosas se atoran y no suceden como estaba previsto, aparece un espacio privilegiado para pensar. Por eso he trabajado mucho con aparatos, como espacios de circulación de la economía moderna, que han salido de cierta manera del mercado y han paralizado su vida útil, con obras civiles inacabadas que quedaron atascadas en el paisaje, con presentadores de noticias que de repente se desorientan en medio del andamiaje de los medios de comunicación. Estos embotellamientos del espectáculo mediático, de la economía liberal de la acumulación y del proyecto desarrollista han sido el eje de muchos de mis trabajos, que explotan nociones de exceso, margen y residuo.

I.O: ¿Qué técnicas, medios o lenguajes ha trabajado?

X.D: He trabajado principalmente con video y medios electrónicos. Recojo aparatos electrónicos dañados y desechados, que acumulo y altero para darles una nueva existencia de fantasmas. Algunas veces uso también componentes electrónicos más sofisticados. He trabajado muchas veces sola, a tientas, y otras veces con amigos ingenieros. Es curioso que haya terminado trabajando con estos medios porque en mi casa la televisión y la tecnología siempre fue muy mal vista: siempre por debajo de la biblioteca y la buena conversación; además de ser considerada estéticamente horrible, con sus cables indómitos, hecha en china, tan aparatosa y serial. Me interesaron los aparatos gracias a una inmersión académica en los sesentas y setentas, pero también creo que fue pura rebeldía doméstica, una identificación natural con ese espíritu de resistencia a lo culto. También he hecho algunos proyectos en video. Siempre he querido grabar en cine, pero trabajo en video, explotando el lenguaje cinematográfico y sus arquetipos, géneros como el suspenso, pero desde la austeridad y transparencia de la serie B, de la segunda categoría, del video casero.

I.O: ¿Qué temáticas ha desarrollado en su trabajo?

X.D: Siempre vuelvo a las obstrucciones. Recientemente trabajé con cientos de celulares usados que deben estar saliendo de circulación por este nuevo decreto que prohíbe prácticas informales como la apertura de bandas, la liberación o la recirculación y tienen en jaque a la policía y al gigante de las comunicaciones móviles. Aunque esos teléfonos han debido ser incautados, ahí siguen circulando. Aparece nuevamente la tecnología en mi trabajo como un objeto de estudio, en este caso para pensar las estrategias de resistencia cultural y económica que se dan en la calle entre los minuteros y el circuito informal de reparación, alteración espontánea y reventa. Aunque no es tan evidente, me gusta pensar que un tema en mi trabajo es el suspenso y el terror. Por un lado están los videos de los edificios inacabados que usan el lenguaje concentrado del suspenso cinematográfico, y están también los escáneres acumulados que traquean, chillan y dibujan un lago autómata fantasmal. También pienso en los presentadores de noticias que están en pánico por dos segundos, pánicos acumulados que se repiten y se buscan sin fin. Me gusta darle a este género macabro un ligero giro, trasladar sus recursos narrativos o su naturaleza básica a otros espacios mentales.

I.O: Hablemos sobre sus proyectos.

X.D: Un proyecto que me gusta mucho y que recoge varios de mis intereses es Lago, que mencioné arriba, una instalación hecha a partir de decenas de escáneres averiados e intervenidos. Duré meses recogiendo escáneres viejos que sirven o sirven a medias, pero que no han ido a parar a la basura todavía, atrapados en ese espacio intermedio entre la vida útil y la muerte inminente. Sin tapas y con los vidrios mordidos por arena, mueven su línea de luz de un lado a otro en un vaivén sincronizado entre todos que evoca un lago, los reflejos del sol en la superficie. Los aparatos usados y dañados traquean, paran y se van desincronizando. Muchos de los aparatos fueron recogidos en el barrio el Lago en Bogotá.
Otro proyecto del que me gustaría hablar y que mencioné antes también, es Futuro perfecto, una colección de videos de edificaciones inacabadas, que empecé en el 2010. Por ahora he grabado 13 videos, son muy cortos, de un solo plano, en Bogotá, Chía, Los Llanos y Puerto Colombia. Cada video muestra una construcción (biblioteca, museo, tobogán, casa de descanso, universidad, clínica, etc) que no pudo ser terminada por diferentes motivos y está grabado usando el clásico movimiento de cámara trombone shot, tan utilizado por Alfred Hitchcock. El movimiento consiste en acercarse al sujeto con la cámara mientras se hace un zoom out. Esta operación de acercarse y alejarse al mismo tiempo me permite explorar la imposibilidad del proyecto desarrollista usando el arquetipo del cine de suspenso.

I.O: ¿Qué artistas han influenciado su trabajo?

X.D: En la universidad estuve siempre muy cerca de Juan Fernando Herrán y de Andrés Burbano y me encantaba el trabajo de Óscar Muñoz. Últimamente me gustan mucho los archivos y los métodos de Tacita Dean, hace unos años descubrí a Paul Pfeiffer y quedé fascinada por la manera como se acerca al cine, a la pintura y al espectáculo mediático, me ha influenciado también Thomas Hirchhorn y el uso que hace de la basura y de lo marginal, siempre me gustó el espíritu radical de Wolf Vostell y Paik, el silencio de John Cage “no tengo nada que decir y lo estoy diciendo”, los aparatos austeros de Lygia Clark, la mirada de Jacques Tati al proyecto moderno, tan cínica, las provocadoras estructuras narrativas de Apichatpong Weerasethakul. Podría seguir.

I.O: Usted también se ha desempeñado como docente. Hablemos un poco sobre ese proceso.

X.D: Empecé a dictar clases en el área de medios electrónicos y artes del tiempo en la universidad de Los Andes en el 2008 y tuve la suerte de trabajar con un grupo increíble de unas cinco o seis personas que debían estar en segundo semestre. Este primer ejercicio de pensar una clase se convirtió en una intensa revisión de las cosas y preguntas que me parecían importantes, fascinantes, inspiradoras. Fue un ejercicio muy emotivo para mi, y el grupo respondió a esa descarga muy bien. Después las clases se fueron normalizando, academizando y aún ahora, trato de recuperar cada semestre algo del espíritu de emoción de ese primer semestre. Siento, en general, que a mayor información, menor fascinación, así que trato de encontrar un balance entre la investigación y los afectos. En el 2009 me vinculé como profesora de planta al programa de artes plásticas de la Tadeo y desde entonces hemos estado dándole forma a un nuevo plan de estudios que recupere el gusto por el trabajo, la experimentación y el ejercicio de la autonomía. Me encantan los talleres de artes, son lugares que funcionan como antenas para conectarse con los demás, con la historia y con lo que está por venir, en múltiples direcciones.

I.O: ¿Cuántas exposiciones ha tenido?

X.D: Tuve dos individuales este año, una en la Cámara de Comercio y otra en la Alianza Francesa. Y colectivas… nunca las había contado, son veintiséis. He tenido años muy concentrados, como este, y también silencios largos. Parece que funciono por intervalos.

I.O: ¿Qué artistas colombianos le interesan?

X.D: Hay muchos artistas colombianos que me gustan: Feliza Bursztyn, Miler Lagos, José Alejandro Restrepo, Rolf Abderhalden, Carlos Castro, Leyla Cárdenas, Adriana Salazar, Alberto Lezaca, hace poco vi el trabajo de Iván Argote y me pareció fascinante. Hay muchos artistas colombianos haciendo cosas arriesgadas.

I.O: ¿Qué opina del arte colombiano?¿Cree que hay algo que defina una cierta colombianidad en el arte que se produce por colombianos o en Colombia?

X.D: Hay una gran diversidad en la producción artística en Colombia y eso hace muy difícil pensar en una colombianidad posible. Pero siento que hay, en general, cierta austeridad en la producción, tal vez una suerte de resistencia a las estéticas de presupuestos gordos y excesos, tan propias de los años mágicos y de las desigualdades insalvables de siempre?

I.O: ¿Qué opina de la curaduría?

X.D: Me ha parecido que cuando se asume seriamente, es una labor de conversación maravillosa. He disfrutado y aprendido mucho de las conversaciones abiertas, sin agendas conceptuales programadas, con curadores como Carlos Betancourt, Santiago Rueda, Conrado Uribe o Natalia Echeverri, que han devenido en exposiciones consistentes. Siento que han hecho mi trabajo más poroso y eso me encanta. Incluso sus preguntas han abierto espacios para nuevos proyectos, ha sido una relación en dos direcciones. También he tenido experiencias nefastas con curadores espontáneos e irresponsables que incluso han, físicamente, dañado mi trabajo. La curaduría puede ser, muchas veces, no solo accesoria sino destructiva.

I.O: ¿Qué opina del mercado del arte?

X.D: Me parece que el mercado del arte en Bogotá, que es el más próximo, es demasiado formulario y poco vital, se ciñe demasiado a las lógicas obvias del capitalismo y la acumulación; hacen falta más iniciativas gestionadas por artistas, que puedan sacar adelante modelos distintos al estandarizado y salvaje 50-50%, que contemplen presupuestos de producción, que respondan realmente a las dinámicas del arte contemporáneo, a las necesidades de los artistas, a las expectativas de los públicos, y que se atrevan a explorar otro tipo de economías. Una iniciativa muy interesante es el mercadito de Paulo Licona en las pulgas, que bate un poco la informalidad. Hacen falta más iniciativas arriesgadas como esa.

I.O: ¿Qué opinión tiene de las ferias de arte?

X.D: Aunque en los pabellones y cubículos de las ferias es muy raro encontrar obras importantes, así como poder verlas bien porque suelen estar apeñuscadas, parece que las ferias están consolidándose como espacios privilegiados no solo para vender sino para hacer conexiones. Realmente no entiendo por qué a la gente le gusta ese formato de feria. Solo he participado en una, Artecámara, el pabellón en que está prohibido vender, y me pareció un poco ridículo todo el asunto de las enormes expectativas de conocer a todo el mundo, así que traté de esquivar la ansiedad y disfrutar el privilegio de estar cerca de tanto público. Las ferias traen un público variado diferente al público endógeno habitual, desde colegios distritales hasta familias y personalidades de la política y la farándula. Lo mejor es que el público viene dispuesto y con enormes expectativas. La pregunta es cómo extender ese público ávido de las ferias a eventos de mayor envergadura en los que los artistas realmente se arriesgan y muestran trabajo nuevo y mucho más propositivo.

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